30th Sunday in Ordinary Time 2022 – English/Español

Sunday’s Readings: Sirach 35:12-14, 16-18; Psalms 34:2-3, 17-18, 19, 23;  2 Timothy 4:6-8, 16-18; Luke 18:9-14

MADE RIGHT BEFORE GOD

Although the opening lines of today’s first reading claim that the Lord “knows no favorites” (Sirach 35:15) and is “not unduly partial toward the weak” (35:16), the remainder of the passage makes it clear that the Lord does indeed pay special attention to the weak, the oppressed, and the orphans and widows. The psalmist reiterates: “The Lord hears the cry of the poor” (see Psalm 34:18). In the Gospel, Jesus claims that a tax collector is more justified in his prayer for mercy than the Pharisee, whose prayer was an account of his own righteous deeds. Jesus’ point could not have been clearer: tax collectors in the Jewish society of Jesus’ days were not just lowly; they were considered outcasts and cheaters. They collected taxes for the hated Romans and almost certainly collected enough to assure a generous income for themselves. Tax collectors were among society’s outcasts; didn’t this one just admit his own sinfulness? How could a tax collector be “justified” (that is, made right) before God, while the Pharisee was not? Why would God even listen to the prayer of a tax collector? This surely was a surprise, upsetting common assumptions about righteousness.
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HECHO JUSTO ANTE DIOS

Aunque las primeras líneas de la primera lectura de hoy afirman que el Señor “no conoce favoritos” (Eclesiástico 35:15) y no “es indebidamente imparcial con los débiles” (35:16), el resto del pasaje deja claro que el Señor sí pone una atención particular a los débiles, a los oprimidos, a los huérfanos y a las viudas. El salmista reafirma: “El Señor escucha el clamor de los pobres” (ver el salmo 34:18). En el Evangelio, Jesús afirma que el recolector de impuestos está más justificado en su oración por misericordia que el fariseo, cuya oración era un relato de sus propias acciones justas. La finalidad de Jesús no podía ser más clara: a los recolectores de impuestos en la sociedad judía durante la época de Jesús no solamente se les consideraba miserables, sino también tramposos y eran marginados. Recaudaban impuestos para los odiados romanos y, casi con toda seguridad, recolectaban lo suficiente para asegurarse unos generosos ingresos para ellos mismos. Los recolectores de impuestos estaban entre los marginados de la sociedad, ¿no acababa este de admitir su propia pecaminosidad? ¿Cómo podría un recolector de impuestos ser “justificado” (es decir, hacer a una persona justa) ante Dios, mientras que el fariseo no lo era? ¿Por qué iba Dios a escuchar la oración de un recaudador de impuestos? Esto seguramente fue una sorpresa, perturbando las suposiciones típicas acerca de la justicia.
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