4th Sunday in Ordinary Time 2021-English/Español

Sunday’s Readings: Deuteronomy 18:15-20; Psalms 95:1-2, 6-7, 7-9; 1 Corinthians 7:32-35; Mark 1:21-28

FALSE PROPHETS, TRUE PROPHETS
In Deuteronomy today we hear that God’s very words will fill the mouth of a true prophet, but a false prophet will, in a manner of speaking, put mere mortal words into God’s mouth. In Mark’s Gospel, we see Jesus teaching and healing as a true prophet, one filled with the authority of God’s own voice, the Holy One of God. The whole history of our church is filled with both true and false prophets. But in today’s Gospel we learn that Jesus’ fame spread because he taught with authority; he wasn’t an authority because he was popular or famous. We also learn from him, in his desert temptation confrontations with Satan, that anyone can quote scripture, even against God’s purposes. And today we hear that his authority was not like that of the scribes, who held the official positions of religious authority in his day. Our work is to do our best to discern the true prophets in our midst, and to be true prophets as well. The psalmist tells us how to do this: by not hardening our hearts when God speaks. If we truly listen to God, it will be God’s very words filling our mouths.
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FALSOS PROFETAS, VERDADEROS PROFETAS
Hoy nos enteramos en Deuteronomio de que las palabras de Dios llenarán la boca de un profeta verdadero, pero un profeta falso, en cierto modo, pone meras palabras mortales en boca de Dios. En el Evangelio según San Marcos, vemos las enseñanzas de Jesús y la curación como obra de un verdadero profeta, uno lleno de la autoridad de la propia voz de Dios, el Santo de Dios. La historia de nuestra Iglesia está llena de profetas, verdaderos y falsos. Pero en el Evangelio de hoy nos enteramos de que la fama de Jesús se extendió porque enseñaba con autoridad; su autoridad no procedía de que Él fuera popular o famoso. También aprendemos de Él, en sus enfrentamientos en el desierto cuando fue tentado por Satanás, que cualquiera puede citar la Sagrada Escritura, incluso en contra de los propósitos de Dios. Y hoy nos enteramos de que su autoridad no era como la de los escribas, que ocupaban los cargos oficiales de autoridad religiosa en aquella época. Nuestro trabajo consiste en hacer nuestro mejor esfuerzo para discernir los verdaderos profetas que hay en medio de nosotros, y también nosotros mismos ser verdaderos profetas. El salmista nos dice cómo hacerlo: no endurecer nuestro corazón cuando Dios habla. Si de verdad escuchamos a Dios, serán Sus palabras Dios las que llenarán nuestra boca.
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