Sunday’s Readings: Genesis 12:1-4A; Psalms 33:4-5, 18-19, 20, 22; 2 Timothy 1:8B-10; Matthew 17:1-9
THE JOURNEY OF TRANSFIGURATION
“We used to be such good friends. How is it that you’ve moved so far away?” one man asked another. “Perhaps,” the other replied, “you have moved away. By standing still.” This exchange very well could have happened between Peter and Jesus, had Peter been allowed to erect tents to stay on the mount of the Transfiguration. He nearly succumbed to the temptation to stay in a place of wonder and light. But Jesus knew the hard truth: we are on a continual journey when we are walking the paths of God’s will. It is not good for us to stay in one place on our faith journey. Equally unhealthy is staying put in times of joy and wonder to avoid life’s difficulties, or to wallow in our trials and temptations and fail to be companions for our sisters and brothers who are also
suffering—or celebrating! The pilgrim Church is required to do one thing on its Lenten journey: to walk continually with Christ as his Body born of water and the Spirit, seeking God’s will, helping the reign of God to be known on earth, being led to the end of our journey, transfigured for all time
into the company of heaven. Copyright © J. S. Paluch Co., Inc.
EL VIAJE DE LA TRANSFIGURACIÓN
“Solíamos ser tan buenos amigos. ¿Por qué te has alejado tanto?” un hombre le preguntó a otro. “Quizás”, le respondió el otro “tú te has alejado al quedarte quieto”. Este diálogo bien podría haberse dado entre Pedro y Jesús si a Pedro se le hubiera permitido armar tiendas para quedarse en el monte de la Transfiguración. Casi sucumbió a la tentación de quedarse en un lugar de maravilla y luz. Pero Jesús sabía la difícil verdad: estamos en un viaje continuo cuando transitamos los caminos de la voluntad de Dios. No es bueno que nos quedemos en un
lugar en nuestro viaje de fe. Es igualmente malsano estancarnos en los momentos de alegría y milagros para evitar las dificultades de la vida que ensimismarnos en nuestros sufrimientos y tentaciones para evadir ser buenos compañeros de nuestras hermanas y hermanos que también
están sufriendo; ¡o celebrar! La Iglesia peregrina debe hacer una cosa en su viaje de Cuaresma: caminar continuamente con Cristo como su Cuerpo nacido del agua y del Espíritu, buscando la
voluntad de Dios, ayudando a que se conozca en la tierra el Reino de Dios, siendo guiada al final de nuestro viaje, transfigurada para siempre en la compañía del cielo.
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