Sunday’s Readings: Leviticus 13:1-2, 44-46; Psalms 32:1-2, 5, 11; 1 Corinthians 10:31-11:1; Mark 1:40-45
GIVE GOD THE GLORY
A curious feature of the first half of Mark’s Gospel is the pattern of Jesus working a miracle, then telling the recipient of the miracle to keep still about it. Many theories have been offered: Mark is setting the stage for the great “secret” revealed when Peter will proclaim Jesus the Messiah at Caesarea Philippi; more skeptical commentators offer that Jesus, fully aware of human nature, knew that the way to spread the news was to tell people to keep it secret.
The insight into this secret-keeping that serves us well, however, is that Jesus was initiating his public ministry according to the pattern that Paul describes. He was doing it for the glory of God—not for his own benefit, but for that of all. Paul would later write in Philippians that Jesus “humbled” himself to become like us. And we see this humility at work in today’s healing of the leper. Jesus is trying to reveal the presence of God’s reign among the people, not so that he himself might receive the glory, but so that God would be glorified through him. Imitating this pattern, which Paul encourages the Jewish and Greek Christian factions in Corinth to do, still serves us well today.
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A DIOS TODA LA GLORIA
Una característica peculiar de la primera parte del Evangelio según san Marcos es que en general Jesús obra un milagro y luego le dice al beneficiario del milagro que no se lo cuente a nadie. Se ha especulado mucho al respecto: Marcos está preparando el terreno para el gran “secreto” que se revelará cuando Pedro proclame que Jesús es el Mesías en Cesárea de Filipo; otros comentaristas más escépticos sostienen que Jesús, quien era plenamente consciente de su naturaleza humana, sabía que la mejor manera de difundir la Buena Nueva era pidiéndole a las personas que la mantuvieran en secreto. La reflexión de esta manera de guardar el secreto que nos resulta muy útil, sin embargo, es que Jesús estaba comenzando su ministerio público de la forma en que describe Pablo: lo estaba haciendo por la gloria de Dios, no para beneficio propio sino para beneficio de todos. Pablo después escribiría a los filipenses que Jesús “se rebajó a sí mismo” para parecerse a no-sotros. Y vemos cómo esta humildad se pone en práctica hoy en la curación del leproso. Jesús está intentando revelar la presencia del Reino de Dios entre las personas, no para recibir gloria sino para que Dios fuera glorificado por él. Imitar esta forma de obrar, lo cual Pablo sugiere que hagan las facciones judías y griegas cristianas de Corintio, todavía nos resulta muy útil hoy.
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