Sunday’s Readings: Sirach 35:12-14, 16-18; Psalms 34:2-3, 17-18, 19, 23; 2 Timothy 4:6-8, 16-18; Luke 18:9-14
Jubilee Year of Mercy
October 23, 2016 Thirtieth Sunday in Ordinary Time
Today’s Gospel graces us with a beautiful prayer that can make every day of our lives a jubilee of mercy: “O God, be merciful to me a sinner” (Luke 18:13). Religious Israelites despised the tax collector who prayed it, for collaborating with Gentile occupiers and handling currency that bore the “divine” emperor’s graven image. But the Pharisee’s long-winded self-congratulation, mixed
with self-righteous condemnation, was no “prayer” at all. “The Pharisee . . . spoke this prayer to himself” (18:11, emphasis added). Praying the tax collector’s simple, sincere, succinct cry for mercy acknowledges our own sinfulness, and “welcomes” other sinners as brothers and sisters with whom
we can identify, even empathize, echoing Pope Francis’ famous comment about not being the one to judge. Indeed, the tax collector “went home justified” (18:14), that is, restored to God’s friendship, for God’s mercy is not prize achieved but gift received. “Let your prayer be brief: for tax collector, prodigal
son, and dying thief were all reconciled to God by a single phrase!” (Saint John Climacus, 7th century).
—Peter Scagnelli, Copyright © J. S. Paluch Co., Inc.
Año Jubilar de la Misericordia
23 de octubre de 2016 Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario
El Evangelio de hoy nos favorece con una oración hermosa que puede hacer de cada día de nuestras vidas un jubileo de misericordia: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador” (Lucas 18:13). Los hombres religiosos israelitas (los fariseos) despreciaban al publicano (cobrador de impuestos) que estaba orando, lo despreciaban por trabajar para los romanos y que usaban una moneda que tenía grabada la imagen del emperador “divino”. Pero el fariseo arrogante se congratulaba, una mezcla de autocondenación, pretendiendo hacer “oración” frases que no lo eran para nada. “El fariseo . . . oraba así en su interior” (18:11, énfasis añadido). En cambio la oración del cobrador de impuestos era sencilla, sincera, corta, expresada claramente pidiendo la misericordia y que reconocía nuestra propia pecaminosidad y, “da la bienvenida” a pecadores tanto hermanos
como hermanas con quien nos podamos identificar, incluso asemejar, haciendo eco al famoso comentario del Papa Francisco de no ser el que juzgue. Evidentemente el cobrador de impuestos fue “a su casa justificado” (18:14), es decir, restaurada la amistad de Dios, por que la misericordia
de Dios no es un premio al que se tiene derecho sino un don otorgado. “Que tu oración sea corta: por que el cobrador de impuestos, el hijo prodigo y el ladrón crucificado al lado de Jesús, todos fueron reconciliados con Dios con una sola frase” (San Juan Clímaco, siglo VII).
—Peter Scagnelli, Copyright © J. S. Paluch Co., Inc.