Sunday’s Readings: 1 Kings 19:9A, 11-13A; Psalms 85:9, 10, 11-12, 13-14; Romans 9:1-5; Matthew 14:22-33
NOTHING TO FEAR
A rabbi was asked why God sends trials and troubles into human lives. “Because God gets lonely for his people” was the reply. There is some resonance with this wisdom in today’s Gospel, as Jesus makes his disciples get into a boat without him and goes off alone while they venture into stormy waters. Of course, neither Jews nor Christians believe that the Almighty plays this sort of whimsical game with them, but there is some truth in the statement that we don’t turn to God for saving help until we’re in a bind. Peter’s role today, as it is throughout the New Testament, is to be a sign or to represent each member of the church and the whole church.
Our story is the tale told about Peter’s faith today. What can bolster our faith is that even when Christ calls us to face bravely the tempests of life, if we are walking through them with our eyes fixed on him in faith, we have nothing to fear. Even when we falter or sink, simply crying “Lord, save me!” is enough to help us know the steady grasp of God’s hand. Then, sheltered inside the walls of faith, the storms we endure lose their power over us. Copyright © J. S. Paluch Co., Inc.
NADA QUE TEMER
A un rabino le preguntaron por qué Dios envía pruebas y tribulaciones a los humanos. “Porque Dios siente la ausencia de su pueblo”, fue la respuesta. Hay ecos de esta sabiduría en el Evangelio de hoy, cuando Jesús hace que sus discípulos se suban a la barca sin él y se va por su cuenta mientras ellos se aventuran en aguas turbulentas. Por cierto, ni judíos ni cristianos creen que el Todopoderoso hace este tipo de jugadas antojadizas con ellos, pero tiene algo de verdad la afirmación de que no acudimos a Dios pidiendo que nos salve sino cuando estamos en un apuro. Hoy el papel de Pedro, como aparece en todo el Nuevo Testamento, es ser un signo o representación de cada miembro de la Iglesia y de toda la Iglesia. Nuestra historia es el relato que se narra hoy sobre la fe de Pedro. Lo que puede aumentar nuestra fe es que aunque Cristo nos llama a encarar con valentía las tormentas de la vida, si las atravesamos con los ojos de la fe fijos en él, nada hemos de temer. Aunque demos un traspié o nos hundamos, basta gritar “¡Señor, sálvame!” para conocer la firmeza con la que Dios nos toma de la mano. Entonces, protegidos dentro de los muros de la fe, las tormentas que nos azoten no nos vencerán.
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