Sunday’s Readings: Isaiah 55:1-3, Psalms 145:8-9, 15-16, 17-18; Romans 8:35, 37-39; Matthew 14:13-21
OUR DEEPEST NEEDS
The word of God serves up a tremendous feast for us today. Isaiah beckons all who hunger and thirst to come to the Lord for satisfaction. The psalmist cries out, “The hand of the Lord feeds us; he answers all our needs” (Psalm 145:16). Saint Paul tells us that nothing can separate us from the love of God. Finally, in the Gospel, we hear the story of the miraculous feeding of over five thousand people from a mere five loaves and two fish. Most of us have our material needs met on a day-to-day basis. These scriptures, nevertheless, have much to say to the contemporary believer. We must ask ourselves, “Where are my deepest hungers? Where are my thirsts?” After material needs are satisfied and, in some cases, over-satisfied, many people still experience a deep longing for spiritual balance and well-being. As the loaves and fish are multiplied in today’s Gospel, perhaps our prayer can be a longing for the satisfaction of the deepest needs that only God can fill.
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NUESTRAS NECESIDADES MÁS PRO-FUNDAS
La Palabra de Dios nos brinda hoy una tremenda fiesta. Isaías llama a todos los que tienen hambre y sed para que vengan a satisfacerse en el Señor. El salmista proclama: “Abres tú la mano, y sacias de favores a todo viviente” (Salmo 145:16). San Pablo nos dice que nada puede separarnos del amor de Dios. Finalmente, en el Evangelio, escuchamos sobre el milagro de la multiplicación de los cinco panes y dos pescados con que se alimentaron a más de cinco mil personas. Nuestras necesidades diarias suelen estar cubiertas. Sin embargo, estas lecturas tienen mucho que decir al creyente contemporáneo. Debemos preguntarnos: “¿Dónde está mi hambre más profunda? ¿De qué estoy sediento?”. Una vez satisfechas las necesidades materiales y, en algunos casos, más que satisfechas, mucha gente sigue ansiando tener equilibrio y bienestar espiritual. Al multiplicarse los panes y pescados en el Evangelio de hoy, tal vez nuestra oración es anhelar que nuestras necesidades más hondas sean satisfechas por el único que puede hacerlo: Dios.
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