Sunday’s Readings: Isaiah 50:5-9; Psalms 116:1-2, 3-4, 5-6, 8-9; James 2:14-18; Mark 8:27-35
IT’S ALL ABOUT CONTROL
From toddlerhood to old age, we grow in mastery of our own lives, our bodies, and our destiny. This mastery is hard won, and we don’t let go of autonomy easily. Much of this self-mastery involves the avoidance of pain or discomfort, so when we hear things like “take up your cross” and “lose your life,” we tend to resist the message.
James says that faith without works is dead. Ouch! That is really a direct message! One way to look at this, as well as the part about losing our life to find it, is that faith is a process of more and more openness to God’s direction of our lives. It is very hard for us to give up control, but perhaps what we are being asked to do is not to become passive and babyish, but to allow God to direct where our self-mastery will lead and what it will accomplish. We are asked to relinquish the need to control the results of our efforts; to risk, as Jesus did, the loss of everything we are working to achieve. We are asked to let God take the lead and to control the results, even though we may never see those results. Copyright © J. S. Paluch Co.
ES TODO SOBRE EL CONTROL
Desde la infancia hasta la vejez, crecemos en el dominio de nuestra vida, nuestro cuerpo y nuestro destino. Este dominio es difícil de adquirir, y no lo dejamos escapar con facilidad. Gran parte de este dominio de sí mismos consiste en evitar el dolor o el malestar, así que cuando uno escucha cosas como “cargar con la cruz” y “perder la vida”, la tendencia es a resistir el mensaje.
Santiago dice que la fe sin obras es una fe muerta. ¡Ay! ¡Eso es realmente un mensaje directo! Una forma de ver esto, así como lo de perder nuestra vida para encontrarla, es que la fe es tener más y más apertura a Dios como timón de nuestra vida. Es muy difícil para nosotros ceder el control, pero quizás lo que se nos pide es que no nos convirtamos en pasivos y pueriles, sino que dejemos que sea Dios quien dirija el rumbo de nuestro dominio propio y lo que deba lograr. Se nos pide que renunciemos a la necesidad de controlar los resultados de nuestros esfuerzos; que nos arriesguemos, como lo hizo Jesús, a perder todo lo que estamos luchando por lograr.
Se nos pide que dejemos que Dios tome la iniciativa y el control de los resultados, aunque nunca podamos verlos.
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