Sunday’s Readings: Wisdom 6:12-16; Psalms 63:2, 3-4, 5-6, 7-8; 1 Thessalonians 4:13-18; Matthew 25:1-13
EXPECTING THE UNEXPECTED
If it ever crossed your mind that Jesus was somewhat lacking in a sense of humor, today’s Gospel should belie any such notion. Jesus’ story of the five wise and five foolish bridesmaids is downright hilarious. The circumstances of the story were surely familiar to Jesus’ listeners, just as they are—if we think about it—to us. Weddings never, ever start on time. There’s always a delay. Buttons pop off at the last minute. Flowers wilt. Cars full of wedding guests get caught in traffic. Soloists contract laryngitis. Brides or grooms or priests show up late! So the only reasonable way to approach a wedding is with a sense of humor, to realize that something probably will go awry, and, when that happens, to smile about it. Jesus tells this funny story to encourage us to be watchful, yes; to be ready, yes. But he doesn’t tell it to make us dour and somber. The heavy-hearted tremble, waver, lose sight of their place and purpose, and fall asleep. The lighthearted know that the unexpected will happen—is bound to happen—so they are awake in their place and ready in their purpose when it comes.
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ESPERAR LO INESPERADO
Si alguna vez se te pasó por la mente que a Jesús le faltaba un poco del sentido del humor, el Evangelio de hoy destierra esa noción. La parábola de Jesús sobre las cinco jóvenes precavidas y las cinco jóvenes descuidadas es sumamente chistosa. Las circunstancias de la parábola sin duda resultaban familiares a los que escuchaban a Jesús, como lo son para nosotros. Las bodas nunca, nunca comienzan a la hora. Siempre hay un retraso. Botones que se caen al último minuto. Flores que se marchitan. Vehículos llenos de invitados atascados en el tráfico. Solistas que contraen laringitis. ¡Novias, novios o sacerdotes que llegan tarde! Así que la única manera razonable de encarar una boda es con buen sentido del humor, conscientes de que algo va a salir mal, y, cuando eso suceda, sonreír. Jesús cuenta esta historia chistosa para alentarnos a que seamos vigi-lantes, sí; a estar preparados, sí. Pero no nos la cuenta para que nos amarguemos y nos ensombrezcamos. Los apesadumbrados tiemblan, titubean, pierden de vista su lugar y propósito, y se quedan dormidos. Los festivos saben que sucederá lo inesperado –más que seguro —así que están despiertos en su puesto y listos para cumplir su propósito en el acto.
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