TREASURES FROM OUR TRADITION
Among the Catholics seeking religious freedom in America were the Carrolls of Maryland, who arrived in 1649 from Ireland via England. Charles Carroll, born in Annapolis in 1737, was the only Catholic signer of the Declaration of Inde-pendence, and was the longest-surviving signer. As was the custom for English Catholics, he attended English schools in Belgium and later university in France. By the time he signed the Declaration, he was the richest man in America, and his decision to sign would hardly go unnoticed by the king.
Because Carroll was so wealthy and because he was a Catholic, he had more to lose than the others. Those who signed became traitors to the Crown and risked losing everything. It is said that someone grumbled that there were many men in the world named Charles Carroll, and he could dodge responsibility if he had to. For that reason, he added a flair to his signature, “of Carrollton,” making it clear that he put everything at risk.
His cousin John, also an ardent supporter of the American Revolution, was ordained a Jesuit priest and returned to Maryland at the outbreak of hostilities. Upheavals in Europe forced the Jesuit order to dissolve, leaving Carroll a secular priest. Ultimately, it was John Carroll who was asked to organize the Catholic Church in the new nation. No one was better positioned for this task, a cultured man from an esteemed family, a cherished friend of Benjamin Franklin and George Washington, and a man so thoroughly attuned to an undercurrent of anti-Catholicism in the colonies that he could charm powerful people to a new point of view.
—Rev. James Field, Copyright © J. S. Paluch Co.
TESOROS DE NUESTRA TRADICIÓN
Entre los católicos que buscaban la libertad religiosa en América estaban los Carroll de Maryland, que llegaron en 1649 desde Irlanda vía Inglaterra. Charles Carroll, nacido en Annapolis en 1737, fue el único firmante católico de la Declaración de Independencia, y fue el firmante más antiguo. Como era costumbre para los católicos ingleses, asistió a escuelas de inglés en Bélgica y más tarde a la universidad en Francia. Cuando firmó la Declaración, era el hombre más rico de América, y su decisión de firmar difícilmente pasaría desapercibida para el rey.
Porque Carroll era tan rico y porque era católico, tenía más que perder que los otros. Los que firmaron se convirtieron en traidores a la Corona y se arriesgaron a perderlo todo. Se dice que alguien murmuró que había muchos hombres en el mundo llamado Charles Carroll, y que podría esquivar la responsabilidad si tuviera que hacerlo. Por eso agregó un toque a su firma, “de Carrollton”, dejando claro que ponía todo en riesgo.
Su primo John, también ferviente partidario de la Revolución Americana, fue ordenado sacerdote jesuita y regresó a Maryland al estallar las hostilidades. Los trastornos en Europa obligaron a la orden de los jesuitas a disolverse, dejando a Carroll un sacerdote secular. En última instancia, fue a John Carroll a quien se le pidió que organizara la Iglesia Católica en la nueva nación. Nadie estaba mejor posicionado para esta tarea, un hombre culto de una fa-milia estimada, un amado amigo de Benjamin Franklin y George Washington, y un hombre tan completamente en sintonía con una corriente subterránea de anticatolicismo en las colonias que él podría encantar a las personas poderosas para Un nuevo punto de vista.
—Rev. James Field, Copyright © J. S. Paluch Co.