De nuestra pastora – Pentecostes: El Fuego Que Dio Nacimien To a La Iglesia

Pentecostés es una de las fiestas más poderosas de nuestra fe católica: el día en que el Espíritu Santo de scendió sobre los Apóstoles y María, encendiendo a la Iglesia con fuego divino. Pero Pentecostés no comenzó en el Cenáculo; sus raíces se encuentran en el Antiguo Testamento.
✝️ Pentecostés en el Antiguo Testamento
Antes de ser una fiesta cristiana, Pentecostés era una celebración judía llamada Shavuot — la Fiesta de las Semanas — celebrada 50 días después de la Pascua. Conmemoraba los primeros frutos de la cosecha y más tarde se convirtió en el recuerdo de la entrega de la Ley a Moisés en el monte Sinaí. Ese día, el monte tem bló con fuego, truenos y viento, y el pueblo selló su alianza con Dios.
✝️ El Cumplimiento en el Nuevo Testamento
En la Última Cena, Jesús prometió: “El Espíritu Santo… les enseñará todo.” (Juan 14:26)
Y antes de ascender al cielo, les dijo a los Apóstoles: “Recibirán poder… y serán mis testigos hasta los con fines de la tierra.” (Hechos 1:8)
Esa promesa se cumplió 50 días después de Pascua, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles y María en el Cenáculo con lenguas de fuego y el sonido de un viento impetuoso. Fueron transformados de hombres temerosos a valientes predicadores del Evangelio. Este es el nacimiento de la Iglesia.
El Nacimiento de la Iglesia
Así como la antigua alianza se selló con la entrega de la Ley, la nueva alianza se sella con la entrega del Espíritu. Dios ahora escribe su ley no en tablas de piedra, sino en los corazones humanos. Pentecostés marca el inicio de la vida sacramental, la misión, la predicación y el crecimiento de la comunidad cristiana en el mun do.
️ Pentecostés Hoy
El Espíritu Santo no descendió solo una vez. Él sigue presente en la Iglesia — en cada Bautismo, cada Con firmación, cada Eucaristía, cada momento de oración y testimonio.
Como nos recuerda el Papa Francisco:
“Preguntémonos: ¿estamos abiertos al Espíritu Santo? ¿Nos dejamos guiar por Él?”
Hoy renovemos nuestra apertura al Espíritu. Que el viento y el fuego de Pentecostés reaviven en nosotros el valor para vivir y compartir nuestra fe con valentía en un mundo que necesita desesperadamente la luz de Cristo.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles,
y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía tu Espíritu, y todo será creado,
y renovarás la faz de la tierra.