TREASURES FROM OUR TRADITION
It’s Independence Day week, and there is a link worth tracing between the Declaration of Inde-pendence and the language of liturgy. One of the signers of the Declaration on that July 4 long ago was Charles Carroll, probably the wealthiest man in the colonies and one of the few Catholics on the political scene. As a flourish to his signature, he sought to distinguish himself from other prominent citizens bearing the same name by penning “Charles Carroll of Carrolltown”—a defiant “come and get me if you dare” postscript aimed at the British.
Carroll’s brother John was a priest and patriot who in 1789 was given the task of organizing the Catholic Church in this country. By 1791 he had assembled a synod, or assembly of delegates, to launch that task formally. Archbishop Carroll wanted to gain acceptance of our faith by American people who mistrusted our customs and could not comprehend our liturgy. He made the amazing proposal to Rome that our liturgy should be prayed not in Latin, but in the vernacular, English. His wish was denied, but one hundred sixty years later, his deep desire helped the American bishops and scholars at the Second Vatican Council to win the vote in favor of the vernacular not just for the United States, but for the Church throughout the world.
—Rev. James Field, Copyright © J. S. Paluch Co
TESOROS DE NUESTRA TRADICIÓN
Es la semana del Día de la Independencia, y hay un vínculo que vale la pena trazar entre la Declaración de Independencia y el lenguaje de la liturgia. Uno de los firmantes de la Declaración de ese 4 de Julio hace mucho tiempo fue Charles Carroll, probablemente el hombre más rico de las colonias y uno de los pocos católicos en la escena política. Como un florecimiento a su firma, él intentó distinguirse de otros ciudadanos prominentes que llevaban el mismo nombre escribiendo “Charles Carroll de Carrolltown” – un desafiante “venga y consígame si usted se atreve” el postscript dirigido a los británicos. El hermano de Carroll, Juan, era un sacerdote y un patriota que en 1789 recibió la tarea de organizar la Iglesia Católica en este país. En 1791 había reunido un sínodo, o una asamblea de delegados, para lanzar esa tarea formalmente. El Arzobispo Carroll quería obtener la aceptación de nuestra fe por parte del pueblo estadounidense que desconfiaba de nuestras costumbres y no podía comprender nuestra liturgia. Hizo la asombrosa propuesta a Roma de que nuestra oración no se orara en latín, sino en el vernáculo inglés. Su deseo fue negado, pero ciento sesenta años más tarde, su profundo deseo ayudó a los obispos y académicos americanos en el Concilio Vaticano II a ganar el voto en favor del vernáculo no sólo para los Estados Unidos, sino para la Iglesia en todo el mundo.
-Rdo. James Field, Copyright © J. S. Paluch Co.