Our Traditions / Tradiciones – English/Español

TREASURES FROM OUR TRADITION
Some monks and nuns trace their community origins back a thousand years or so, before it became customary to reserve the Blessed Sacrament in tabernacles. In their rules of life, which evolved from the lifestyle and prayer of their predecessors, the core experience of Christ’s presence is at the altar itself, and in the symbol of assembly for prayer. To this day, when the monks or nuns file into their church in procession, they march two by two, and then bow profoundly to the altar before turning and bowing in reverence toward the brother or sister at their side. It is probably more difficult, in practice, to revere the presence of Christ in a person who irks you by taking the car keys, shirking a work duty, or burning the toast!
We can trace in these religious orders’ enduring customs the ancient appreciation for the altar as the center of the church building, and of the community of the faithful as the Body of Christ. Usually, a monastery today will reserve the Blessed Sacrament in some quiet corner of the monastic church, in a fairly small space, more suitable for private prayer than for the gathering of the whole community. In a cloister, the architecture may allow the public limited access to this space. Liturgical law tells us, in both monasteries and parish churches, that there is no need for more than a few hosts in the place of reservation, just enough for viaticum, the “food for the journey” that is the final sacramental
celebration for a dying Christian. —Rev. James Field, Copyright © J. S. Paluch Co.

TESOROS DE NUESTRA TRADICIÓN
Algunos monjes y monjas remontan sus orígenes comunitarios hace mil años, aproximadamente, antes de que se convirtiera en costumbre reservar el Santísimo Sacramento en tabernáculos. En
sus reglas de vida, que evolucionaron a partir del estilo de vida y la oración de sus predecesores, la experiencia central de la presencia de Cristo está en el altar mismo y en el símbolo de la asamblea para la oración. Hasta el día de hoy, cuando los monjes o monjas entran en procesión en su iglesia, marchan dos a dos y luego se inclinan profundamente hacia el altar antes de volverse y reverenciar al hermano o hermana a su lado. Probablemente sea más difícil, en la práctica, reverenciar la resencia de Cristo en una persona que te fastidia tomando las llaves del coche, evitando un deber de trabajo o quemando una pieza de pan. Podemos rastrear en las costumbres duraderas de estas órdenes religiosas la antigua apreciación del altar como el centro del edificio de la iglesia y de la comunidad de los fieles como el Cuerpo de Cristo.
Por lo general, un monasterio de hoy reservará el Santísimo Sacramento en algún rincón tranquilo de la iglesia monástica, en un espacio bastante pequeño, más adecuado para la oración privada que para la reunión de toda la comunidad. En un claustro, la arquitectura puede permitir el acceso público limitado a este espacio. La ley litúrgica nos dice, tanto en los monasterios como en las iglesias parroquiales, que no hay necesidad de más que unos pocos anfitriones en el lugar de la reserva, lo suficiente para viaticum, la “comida para el viaje” que es la celebración sacramental
final para un moribundo Cristiano. -Rdo. James Field, Copyright © J. S. Paluch Co.